Decir que esta pandemia y el obligado encierro nos han trastocado la vida es decir poco. No ha sido solo un vuelco externo, sino también interno. Es un hecho que nuestra sociedad ha ido descargando cada vez más la responsabilidad de los aprendizajes y de la formación de niños y niñas en el aparato escolar y que poco sabe de lo que ahí sucede; en contraparte la escuela, si bien en ocasiones se preocupa, tampoco se ha ocupado mucho de garantizar que las familias comprendan y apoyen los procesos escolares. No es raro ver que se presenten batallas de fuegos cruzados señalando a un sector o a otro de los males educativos del país.
Así las cosas, paralela a la pandemia surge una crisis que ha desvelado el gran desconocimiento que hay, en la mayoría de los casos, de lo que las criaturas hacen en la escuela, misma que muchas veces es mirada como una simple expendedora de sistemas de acreditación o de respuestas “válidas” que el adulto está esperando oír. Pero llega una crisis inesperada que nos toma por sorpresa y para la que nadie estaba preparado: riesgos de salud, gente sin trabajar y otra trabajando el doble desde casa, escuelas cerradas y apoyos familiares cancelados por riesgo ¡y niños, niñas y adolescentes en casa las veinticuatro horas del día!
En este contexto, aparece un discurso social centrado en las dificultades de los adultos ante esta situación, sean económicas, operativas, de salud o de dinámica familiar. Sobran los memes y los chistes sobre madres, padres, docentes y autoridades quejándose o cruzando reclamos entre sí; sin embargo, no se ha visto a casi ninguno de chavitos quejándose de su mamá o papá, sus profes o la situación por la que atraviesan.
Cabe entonces reflexionar sobre si nos hemos preguntado lo suficiente qué está pasando con la niñez y la adolescencia, diría que la respuesta es clara: en general, ha estado ausente la reflexión sobre cómo viven los niños la pandemia y el confinamiento; esto solo ha aparecido en función del problema que por diversas razones les representa a las familias tenerlos en casa: resolver qué iban a hacer con ellos si ya no podían ir a la escuela y encima tenían que atender sus demandas permanentes y ayudarles a hacer actividades escolares que han sido calificadas muchas veces como pesadas, exageradas, incomprensibles o innecesarias; sobre todo, cuando han tenido que apoyarles.
Nadie espera que un adulto recuerde necesariamente lo que estudió en la primaria o la secundaria, o cómo enfrentó el reto de aprender a leer y a escribir, pero sí sería deseable que ese mismo adulto se detuviese a pensar por qué exige que sus hijos o hijas comprendan y resuelvan a muy temprana edad problemas complejos, cuando él mismo no puede hacerlo porque requiere de un análisis y un tiempo mayor o incluso de una asesoría.
Y es que la situación que vivimos desmiente una vez más el refrán que dice “hijo o hija se nace, padre o madre se hace”, la realidad es que ambos nacen y se hacen en la interacción que establecen sujetos a las influencias del contexto en el que viven; y se hacen en función de los qué, los cómo, los cuándo, los dónde, los porqué y los para qué. Pero resulta que en estos momentos todo se ha visto trastocado, particularmente los cómo y los dónde.
Así, en esta circunstancia, en relación con los aprendizajes escolares, los adultos se han dado cuenta de que no basta con los apoyos en línea que la SEP instrumentó o con algunas otras plataformas o estrategias y recursos informáticos. Han percibido lo mucho que cuenta un acompañamiento presencial y también se han topado con sorpresas: niños, niñas y adolescentes que enfrentan procesos y construyen conocimientos cada uno a su aire y a su tiempo, con mayor o menor dificultad y que muchas veces “saben más de lo que pensaban, pero menos de lo que deberían”.
Cuestiones esenciales para el trabajo escolar, como mantener la atención, valorar la comprensión que están teniendo (o no) de algo que se pretende enseñarles, respetar los ritmos y los tiempos, se ha vuelto para muchos un caos que les ha hecho entrar en crisis y generar explosiones que a veces caen en lugar equivocado.
Antes de seguir, detengámonos un momento y analicemos el lugar en el que la pandemia ha colocado a la infancia:
- Estar acotada a un espacio determinado de manera permanente.
- La ruptura de sus actividades en la vida cotidiana.
- La imposibilidad de estar con sus iguales y compartir intimidades, tiempos de juego, dudas y reflexiones.
- No tener acercamiento físico, indispensable siempre, especialmente en edades tempranas.
- Estar en casa todo el día sin que sean vacaciones y viendo a las mismas personas todo el tiempo.
- No poder contar ninguna novedad de lo hecho fuera de casa, como cuando van a la escuela.
- La vigilancia permanente de su familia que muchas veces va acompañada de exigencia y fiscalización.
- El temor a que les pase algo a ellos o a su familia.
- La inseguridad e incertidumbre que la situación les genera.
- Entender qué significa eso de que funcionan como portadores asintomáticos del virus y pueden enfermar a otros sin que ellos se enfermen, lo que aumenta sus restricciones de acercamiento, sobre todo con sus abuelos o abuelas a los que no pueden acercarse ni abrazarlos para cobijarse en busca de un apapacho.
Intentar generalizar las vivencias y respuestas infantiles frente a la situación que hoy vivimos sería no solo incierto sino irresponsable. Las realidades son muy diversas, las condiciones, actitudes y formas de vivir estos procesos dentro de cada familia también son plurales y en ocasiones diametralmente opuestas, incluso entre sus propios integrantes. Así, se ha hecho evidente que en esta situación ha sido crucial la forma en que las familias han enfrentado la pandemia y la actitud que toman frente a ésta.
El hecho de que la familia haya podido controlar sus emociones y preocupaciones explicando lo que sucede de la manera más tranquila posible y de acuerdo a cada edad por qué hay que quedarse en casa, no ir a la escuela, cambiar los hábitos y estilos de alimentación, consumo e higiene, y hacer trabajo escolar modificando las rutinas pero sin perder el ritmo, ha sido esencial y ha marcado una diferencia muy importante y muy contrastante con la condición que han tenido que vivir las criaturas cuando la familia no ha podido controlar las sensaciones negativas como el enojo, la frustración, la ansiedad e irritación que puede llevarles a confrontaciones y luchas de poder inútiles.
Otro aspecto que ha influido socialmente es el hecho de que haya familias en las que se desestime la pandemia y sus riesgos, la información oficial y las indicaciones de cuidado, o que tienen la tendencia de sentirse superhombre o supermujer, pensando que no les va a pasar nada “o les va a pasar poquito” si salen y viven sin las precauciones necesarias.
Para los niños, niñas y adolescentes, es indispensable encontrar en su familia la seguridad necesaria para sentirse cobijados, saber que en estos momentos lo más importante es estar juntos y preservar la salud, no ser vividos como una carga o un estorbo, también sentir que ocupan un lugar en la familia y verse como personas útiles en la resolución de los pequeños problemas cotidianos. Dicho de otro modo, percibir que existen también como protagonistas importantes de esta historia.
Esta época de confinamiento también ha ocasionado que afloren de un lado y otro facetas para ambos desconocidas. Hoy mismo hay personas que no se reconocen ante el discurso que despliegan, teniendo actitudes que siempre han reprochado en otros o en sí mismos. Niños y niñas se mueven en extremos opuestos, desde el abandono o el dejar hacer total por parte de la familia, hasta el hecho de estar sujetos a una vigilancia parental que fiscaliza y/o dirige todo lo que hacen, coartando su autonomía y generándoles una sensación de hartazgo que puede llegar a hacerles explotar.
En este contexto, ¿cómo se sienten niños, niñas y adolescentes?, ¿cuáles han sido sus reacciones? La verdad es que a pocos se les ha preguntado.
En una pequeña indagación abierta con niños y niñas de tres a quince años que estaban a mi alcance, pude identificar varios tipos de respuestas y algunas constantes que aparecieron independientemente de la edad, lo que permite sacar algunas conclusiones. Comparto algunas citas aquí, junto con el listado de lo que más se repitió.
“Todo esto que está pasando es algo nuevo para mí y me tiene un poco confundido a la vez que triste y enojado, porque no puedo salir a divertirme, pasear con mi familia, o ir a la escuela con mis amigos y amigas. Pero desde donde te encuentres siempre se aprenden cosas nuevas, por ejemplo, yo he aprendido a ser más tolerante con mi familia y a estar más unidos que nunca”. (Sexto de primaria)
¿Qué no les ha gustado?
“Hola, me siento muy solito y me gusta hacer las tareas, pero a veces no quiero, a veces me enojo, a veces me río y estoy contento, ya quiero ir a la escuela y andar en bicicleta y jugar con mis amigos” (Segundo de Preescolar)
- Vivir las ansiedades financieras, laborales y emocionales de las familias.
- Tener que estar todo el día en casa sin que sean vacaciones, no poder salir y seguir la rutina.
- No poder ver a sus amigos y amigas.
- Hacer tareas escolares a veces más largas y sin que nadie les pueda explicar.
- Que desestimen sus esfuerzos, les critiquen y siempre les pidan más y más.
“Tengo ganas de salir, ya no soporto a mis papás, todo el día me dicen que tengo que trabajar más y jugar menos, ya me quitaron la tablet por culpa de la maestra que está dejando mucho trabajo, prefiero ir a la escuela”. (Tercero de Primaria)
- No poder salir a la calle o, si tienen que hacerlo, salir con miedo.
- No poder visitar a sus abuelos y demás familiares.
- La restricción del acercamiento físico.
- Tener que usar cubrebocas y lavarse las manos constantemente.
- El duelo de la pérdida de festejos.
- Estar enojados, tristes o irritables con la situación.
- Aburrirse y no saber qué hacer a veces con su tiempo libre.
- Perder el mundo de la escuela con todo lo que eso significa.
“Creo que durante estas semanas en casa me he dado cuenta de todo el tiempo que dedico a la escuela y que muchas cosas de mi vida giran en torno a ella. Es un espacio en el que me gusta estar y en donde además se encuentran muchas de las cosas y personas más importantes para mí que me han hecho mejorar como persona”. (Tercero de Secundaria)
¿Qué es lo que más extrañan?
- Jugar, platicar y trabajar con sus amigos y amigas.
- El mundo de la escuela, estar en su salón, correr en el patio y ver a sus maestras/os.
- Visitar y abrazar a sus abuelos, abuelas y demás familiares.
- Salir a la calle, andar en bici o poder ir a nadar, a correr.
- No poder festejar su cumpleaños, graduaciones, despedidas de su escuela, viajes programados, etcétera.
- No poder practicar algún deporte o hacer ejercicio.
- Ser más libres.
“Quisiera saber qué has hecho, yo he hecho muchas cosas, pero extraño saber qué han hecho los demás y cómo están, ya quiero ir a la escuela”. (Primero de Primaria)
¿Cuáles son sus miedos?
“Me siento mal, triste, preocupado y necesito salir. Tengo ventajas y desventajas, la verdad, la ventaja es que tengo una casa grande y puedo ver crecer a mis hermanos, mis papás no tienen tantos años, yo tengo siete y es muy poco probable que me dé Covid. La desventaja es que mis abuelos son viejos y la verdad es que sí me da mucho miedo que se puedan morir, aunque lo bueno es que se están cuidando y espero que no, pero… es como es, la vida así es, algunos mueren, algunos viven, aunque todos siempre tenemos que tener un final, entonces también está bien, pero no quisiera que nadie se muriera”. (Segundo de Primaria)
- Enfermar o que alguien querido muera.
- Ser portadores sanos y contagiar a alguien.
- Que la situación se prolongue.
- No saber cuándo y cómo volverán a la escuela, la incertidumbre sobre cómo será y lo que pueda pasar.
“He sentido muchas emociones durante la cuarentena: alegría, enojo, desagrado, calma, temor y tristeza. A veces siento las dos al mismo tiempo y también he jugado más con mi hermana”. (Segundo de Primaria)
¿Qué sí les ha gustado?
“Me gustan las tareas que me han mandado mis maestras y maestros, querría que la nueva normalidad sea con más campamentos internos y también querría que nos pudiéramos abrazar con mi maestra y todos mis compañeros“. (Primero de Primaria)
- Estar más tiempo con su familia y conocerse mejor.
- Poder comer juntos y jugar juegos de mesa.
- Tener tiempo para hacer cosas diferentes y creativas.
- No tener que levantarse tan temprano.
- Ver lo que sus mamás y papás son capaces de hacer y aprender de ello.
- Que valoren sus esfuerzos y lo que logran.
- Poder jugar más tiempo y pelear menos.
“En esta cuarentena me siento muy feliz porque sé que mi familia está bien y ha cambiado la forma en que nos llevamos porque hemos jugado más. Extraño mucho a mi abuela porque vive en Guadalajara y también a mis compañeros/as, mis maestras/os y a la escuela”. (Tercero de Primaria)
En medio te todo esto, se ha gestado una interesante construcción y acercamiento a los quehaceres de niños y adultos que de alguna manera también están aprendiendo del esfuerzo que implica el trabajo del otro y la satisfacción por sus logros.
“Me ha gustado aprender a hacer galletas y a cocinar cosas que no sabía, también que estoy aprendiendo mejor a tocar la flauta y mis papás me aplauden”. (Cuarto de Primaria)
“Estos días hemos hecho un pequeño huerto en macetas y ya empezaron a salir los jitomates y las lechugas, he aprendido que puedo divertirme con muchas más cosas, antes me aburría si no veía la tele, pero se me ocurrió ponerle a mi mamá y a mi papá el reto de hacer acertijos matemáticos y nos estamos divirtiendo mucho”. (Quinto de Primaria)
Y es que, como casi todo en la vida, esta moneda tiene dos caras, la parte perversa de duelo y pérdida y la parte nutriente de mayor conocimiento y acercamiento profundo. Y en estos 80 días, ha sido interesante observar cómo se han producido cambios en las personas y sus relaciones. De un modo u otro, todos hemos tenido que resignificar e ir modificando nuestras acciones y comportamientos ante estas nuevas situaciones.
Afortunadamente, no todo ha sido para mal. Esta experiencia ha dejado aspectos positivos en nosotros: un conocimiento más cercano entre los integrantes de las familias, la toma de conciencia sobre nuestra propia fragilidad, el recuperar el valor del tiempo que asignamos a cada cosa, voltear a ver nuestra formas de alimentación y consumo.
“Estos días me la he pasado tranquila, me he sentido feliz porque estoy con mis padres, no me gusta estar en casa encerrada y me gusta estar en el patio. Extraño mucho estar en la escuela, me siento feliz aunque muy inquieta, hago los trabajos y he aprendido mucho pero extraño a mis compañeros.” (Primero de Primaria)
¿Cómo la podemos aprovechar? Valorando lo que son capaces de hacer las niñas y los niños, fomentando mecanismos permanentes de higiene y autocuidado en toda la familia, recordando lo importantes que somos para el crecimiento sano de nuestros hijos e hijas, estableciendo los límites necesarios y evitando los conflictos innecesarios.
Cabe decir aquí que es de mucha ayuda procesar este tiempo a través del juego, sea en juegos de representación o de otro tipo, sobre todo en los más pequeños, que no pueden elaborar intelectualmente todo lo que está sucediendo. Habrá que hacerlo también al volver en las escuelas.
“¡Soy el colavilus! Muajajajaa, ¡no te pedes lavar las manos!” (Maternal)
Es importante reconocer el valor sustancial de la escuela en toda su extensión, pensar en todo lo que implica y desde luego, crear mayor conciencia planetaria y ciudadana a través de una acción solidaria y comprometida con el medio ambiente en los hechos cotidianos, todos los días.
Como docentes, tenemos un reto enfrente que es del tamaño del mundo: la vuelta a la escuela en esta nueva realidad. A todos, familia y escuela, nos falta mucho por esperar y por aprender, pero es necesario no dejar de ver la mirada de las niñas y los niños ni olvidar las enseñanzas que esta experiencia nos está dejando, los cambios que en lo personal y en lo social hemos de hacer para terminar con la devastación ambiental y la inequidad e injusticia sociales, entonces ¿qué tal si entre todos le sacamos la ventaja al infortunio?
* hortensiafernandezfuentes@gmail.com