Durante casi 50 años, la vida personal y profesional de Hortensia Fernández Fuentes (13 de octubre de 1948) se han fundido en un solo ámbito: la educación, particularmente en los patios, la sombra de las altas palmeras, la música, el barullo, las risas y las ideas que vuelan y aterrizan en los salones del Centro Freinet Prometeo, un proyecto de educación libre y de aprendizaje cooperativo basado en los principios pedagógicos y filosóficos de la escuela moderna, sobre todo en lo postulado por Celestin Freinet (Francia, 1896-1966).
Hortensia Fernández. Foto de Paula Carrizosa |
Desde su cálida oficina —pese al clima frío de diciembre—, la psicóloga de formación, exprofesora universitaria y apasionada de la pedagogía, habla sobre la que ha sido su vida y profesión, ámbitos en los que no hay separación: “Esta ha sido mi vida, no solo mi vocación; puedo decir que es mi vida profesional ya que el ser profesional no es un asunto solo de vocación o de oficio, se trata de vivir de y para lo que haces, lo que implica una teorización y un estudio permanentes en cualquiera de los niveles o modalidades educativas en mi caso”, confía la egresada de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) que se inclinó, en su último año de la carrera de Psicología, en las materias pedagógicas y psicopedagógicas, especializándose en las áreas educativa y del desarrollo.
Durante una entrevista, recuerda que al lado de Alfredo Figueroa Ayala, su compañero, decidieron por varias razones fundar el Prometeo. Una de estas razones, expone, fue la generacional y tuvo que ver con su participación activa en los movimientos sociales y estudiantiles de los años 60 del siglo anterior. Otra razón, apunta, es que ambos habían pasado por ámbitos escolares muy rígidos que, como reacción, les hicieron apostar por un proyecto: la creación de una alternativa diferente a la forma de ejercer la educación tradicional.
“En realidad lo que queríamos era que se considerara la escuela moderna, la escuela alternativa o activa, que preparara para la vida lo mejor posible; en donde se pusiera en el centro a la persona que aprende, en una relación estrecha entre la persona que aprende, la que enseña y el objeto de conocimiento o materia a estudiar”.
Recuerda que era 1972 y el Prometeo comenzó su labor con un puñado de niños y niñas, papás y mamás que también buscaban un ámbito escolar diferente de estudio, y que encontraron en esa “pequeña casa, en su patio, su jardín, su garaje” la formación dentro de una educación libertaria. “La inspiración viene de la necesidad de crear una opción educativa distinta que no podíamos desarrollar en la escuela pública porque su estructura no lo permitía; no podíamos hacer tampoco en ese momento una escuela cooperativa porque no existía la figura de cooperativa de servicios, solo las de producción y de consumo; hicimos entonces una sociedad civil para poder funcionar”.
Sobre todo, apunta Hortensia Fernández, la inspiración para fundar el Prometeo viene de su familia, que se educó, participó y luchó en la Segunda República española. “Desde muy atrás, desde la época del bisabuelo —Abelardo Saavedra—, había una serie de experiencias educativas que, a finales del siglo XIX y principios del XX, tomaron como base a Francisco Ferrer Guardia, que había hecho una escuela mixta, con educación sexual, con teatro, con texto libre; con clases paseo y asambleas, una escuela donde había una participación y un protagonismo mucho más activo, de la persona que aprende”.
Agrega que durante la primera mitad del siglo XX se desarrollaron una serie de autores y de corrientes y experiencias pedagógicas a partir de las realidades de la teoría o la investigación para ser llevadas al aula. Aparece también la experiencia de Freinet que aglutinó un movimiento muy importante, en varios países de Europa y en México. Freinet, continúa, propuso que si bien su pedagogía era válida en su lugar y en su momento histórico, cada quien habría de desarrollar su propia pedagogía de acuerdo a su contexto. “Freinet nos da esa oportunidad porque había hecho un recorrido teórico importante por todos los socialistas de la educación, los antecedentes de la Escuela de Ginebra, incluso las experiencias de León Tolstoi, los aportes de Ferrer Guardia en la Escuela Moderna, entre otras. Freinet, sobreviviente de dos guerras, recupera todo lo aprendido y estando preso escribe algunos libros importantes.
Después de su revisión teórica, desarrolló un marco teórico pedagógico partiendo de las experiencias del aula, con la intención de hacer una pedagogía popular, que pudiera extenderse a experiencias educativas masivas de tal modo que pudiesen influir en la comunidad.
Menciona que Freinet comenzó siendo profesor en escuelas públicas pero no terminó así, pues a partir de la creación del movimiento internacional que encabezó y debido también a sus propuestas de trabajo, entró en confrontación con el gobierno francés y fundó la Cooperativa Internacional para la enseñanza laica, en donde, junto con su esposa Elise, pudo desarrollar su pedagogía a partir del aula, siendo eso lo que lo diferencia de otros autores: la construcción de su teoría sobre la práctica pedagógica, es decir, teoriza sobre su práctica y practica sobre la teoría. En el camino, continuó Fernández Fuentes, hubo puntos de encuentro con pensadores como Piaget, quien en su libro Educación e instrucción, dijo que la pedagogía que más respeta las etapas del desarrollo era la de Freinet.
Reflexiva, la coordinadora general del Prometeo dice que con sus técnicas Freinet no buscaba hacer un dogma recetario o modelo a seguir, ni que el que enseña dé sus conocimientos como si fuera el poseedor del saber, sino que entre todos y todas se construya una comunidad de aprendizaje, un concepto que se centra en la toma de conciencia. Lo anterior, confía, se refleja en la labor del Prometeo y en su comunidad de aprendizaje que tiene una toma de conciencia que parte del cambio propio. “La escuela tiene límites específicos, no transforma a la sociedad.
La escuela promueve que las personas se construyan como transformadoras de esa sociedad: que puedan tener una función y una acción ciudadana. Aquí la realidad entra a ser resignificada; aquí se puede hablar, se elabora, se construye y se analiza, se aprende a problematizar”.
En el Prometeo, continúa, lo que permanece es la experiencia viva, el texto libre, los proyectos transversales, las conferencias, la construcción de la problematización, la asamblea general y los factores del desarrollo como aspectos centrales. Sobre todo, agrega, lo que permanece en más de 49 años de labor es la incorporación de todos los aportes teóricos que puedan hacerse desde otras miradas, y de manera muy importante, grandes proyectos que la SEP ha desarrollado durante los cien años de su existencia, como los libros de texto gratuitos, las bibliotecas de aula y los libros del rincón, entre otros.
La pedagoga cuenta que durante la contingencia sanitaria que llevó a trabajar a distancia, el Prometeo echó mano de diversas herramientas como el software libre para desarrollar la labor pedagógica. “Desde que empezó la pandemia en 2020 y hasta junio de 21, solo tuvimos trabajo en línea, las adecuaciones han tenido que ser muchas, hay cambios, pues el objetivo central de la educación que es el desarrollo de la autonomía, actuando con responsabilidad social, se vio trastocado trabajando a distancia; sin embargo, pudimos preservar la esencia de nuestra propuesta y la mayoría de las actividades aún en línea”. A partir de agosto de 2021 se tiene un trabajo híbrido y el Prometeo sigue haciendo las adecuaciones, enfrentando los retos y aprendiendo cada día, como ha venido haciéndolo durante toda nuestra existencia.
Reflexiona que en casi 50 años en el Prometeo, han podido participar y desarrollar investigaciones educativas que les han llevado a hacer modificaciones sin perder sus principios éticos. “Hemos preservado la esencia con los cambios necesarios.
Está el texto libre, los proyectos, las prácticas de campo, la radio prófuga, el periódico escolar, las asambleas, la revista El pez en el agua, los talleres, las materias transversales que atraviesan el curriculum y están imbricadas en todas las materias, que son importantes para la vida.
Quien entra aquí sabe que es una escuela laica, con vocación democrática en la que todos cabemos, pero en la que no se trabaja con sistemas de creencias o magias, sino con conocimientos científicos. Hay límites en la forma de actuar y de respetar”.
Destaca que tiene claro que la prioridad ciudadana es la educación pública, y que es necesario defenderla e incidir en su mejora desde donde se está situado. Por eso, el Prometeo también tiene trabajo hacia afuera, con la comunidad, con proyectos de alfabetización desde 1984; al lado del Centro Universitario de Participación Social de la UAP; apoyando e intercambiando experiencias en comunidades de la Sierra Negra con escuelas públicas que intentan y han logrado hacer pedagogía Freinet; en Chihuahua con el Colectivo Freinet de Escuela Pública; o en Tabasco, Querétaro, Oaxaca, Ciudad de México y con maestros independientes que demuestran que se puede hacer escuela libre y comprometida si se lucha, si se tiene el ánimo y la felicidad para hacerlo, porque como decía la escritora recientemente fallecida Almudena Grandes (1960-2021), “la felicidad es otra manera de resistir”.
Resalta que, siguiendo la esencia internacionalista del movimiento cooperativo, trabajan también en la Red nacional de escuelas alternativas y en el Movimiento por una Educación Popular Alternativa (MEPA) que pertenece a la Federación Internacional de Movimientos de Escuela Moderna (FIMEM) y que se reúne cada dos años en algún país del mundo durante 10 días y cuya versión en 2022 será en Marruecos para luego, en 2024, verse en Oaxaca; además de la participación que tienen en la Red de Movimientos Freinet de América (REMFA) que en 2023 se reunirá en Uruguay.
Contenta, Hortensia Fernández sostiene que el Prometeo es “una escuela siempre dispuesta a aprender y a mejorar, modesta, pequeña, que poco a poco ha ido creciendo, con una inversión propia”, que vive de su trabajo, sin apoyo de fundaciones o asociaciones pues es un principio es no tener hipotecas morales con nadie. “Vivimos de nuestro trabajo y eso es de alta responsabilidad, porque al final, educar es tocar una vida para siempre”.
Para cerrar, menciona que el funcionamiento del Prometeo no depende de ella ni de una sola persona, sino de todo un equipo formado a lo largo del tiempo, y donde, desde hace mucho, aunque hay figuras emblemáticas y de alta valía, nadie es indispensable, a la vez que son necesarias todas juntas y en comunidad. Si bien ella tiene la coordinación general, se apoya en los tres niveles (Preescolar, Primaria y Secundaria) en personas comprometidas que aportan y se esfuerzan cotidianamente y que crecieron, se interesaron y forjaron su formación pedagógica ahí. “Cualquier día me puedo ir tranquila y el Prometeo funcionará mientras la estructura social lo requiera”, afirma y, como un deseo, dice que “el ideal sería que la escuela pública pudiera ser así”, como esta, que ha sido la “escuela para la vida” de varias generaciones de alumnos y para su vida propia.
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Posteado en: La Entrevista, Número 118